VI Carreira Solidaria do Arenteiro


Cascadas cheas de auga, e paisaxes de outono para enmarcar ós voadores que participaron nesta carreira.
Xa sabedes que se queredes os orixinais, mensaxiño ou comentario. A disfrutalas

Course de L'Escalade y Marmite: Carreras con historia

La bolsa del corredor
El pasado 6 de diciembre tuve la suerte de disfrutar de unas de las carreras más curiosas con las que me he encontrado: la 37ª Course de L'Escalade.

L’Escalade es una fiesta que se celebra todos los años en la noche del 11 al 12 de diciembre en Ginebra (Suiza), para conmemorar el triunfo de los ginebrinos, frente a las tropas del Duque de Saboya en la noche del 11 al 12 de diciembre de 1602.


La heroína más destaca durante esta batalla fue “Mère Royaume”, quien subió a la muralla que rodea la ciudad de Ginebra y vertió el contenido de su olla de sopa sobre la cabeza de unos de los soldados saboyanos.
A partir del año siguiente, los ginebrinos celebran este día con un gran desfile que recorre la actual Vielle Ville de Ginebra con antorchas y trajes típicos de la época, el más exitoso, por supuesto, es el de “Mère Royaume”, con su olla, que en la actualidad es de chocolate rellena de “sopa de verduras” de mazapán. A lo largo de los años este desfile se ha ido modificando, llegando a prohibirse los disfraces en mayores de 15 años.

La carrera como tal celebra su primera edición en 1978, con unos 600 participantes y casi ninguno de los cuales acudió disfrazado. Pero dado que Ginebra es una ciudad mayoritariamente protestante y no se celebra el Carnaval, en 1991 se decide recuperar la tradición de los disfraces, y así, tras la celebración de la “La Course de L’Escalade”,  se celebra “La Marmite” en honor a la olla de sopa que “Mère Royaume” arrojó sobre los saboyanos, con miles de corredores disfrazados, simulando un desfile de Carnaval tradicional.

Este año se celebró la 37º edición de la “Course de l’Escalade” y posteriormente “La Marmite”. Esta edición ha batido record de inscritos, con un total de 36,697 participantes. Dada la gran afluencia se ha dividido la carrera por sexos y categorías (32 en total), saliendo grupos desde las 9:30 hasta las 17:45 con distancias desde 1,706 km a 7,323 km, reservando un grupo especial llamado Escaladélite (os imagináis quien corre en este grupo, no?). 

Reciben premio los 30 primeros hombres y las 20 para las mujeres del grupo Escaladélite, y los 10 primero de cada una de las restantes 32 categorías, además de los tres clubes, empresas y colegios mejor clasificados y también las 3 primeras familias de acuerdo al reglamento.

Otra de las curiosidades de esta carrera, es que los voluntarios que marcan la línea de salida van vestido de jugadores de rugby, con toda su equipación. 
Los jugadores de Rugby que retienen a los corredores antes de la salida
Además de la carreta existen numerosas actividades en torno a ella, como son el “Walking” y el “Nordic Walking” de 8,451 km que se celebra el día anterior, los entrenamientos gratuitos con monitores especializados para cada una de las pruebas desde dos meses antes, la fiesta posterior en una carpa que se instala junto a la llegada en la que se puede tomar la famosa sopa de la “Mère Royaume”…

Pero después de todo, en ésta, como en todas las carreras

 "Só se trataba de correr..."

Crónica de un Marathon cancelado


Una buena representación de los Esprintes Ourense (inde nai) salió el día 27 de noviembre desde Ourense con destino al maratón de Lanzarote. Yo los acompañé, como tantas veces, para hacer unas fotos, que esperaba fueran únicas con ese brillante sol canario, reflejado en tejados blancos y sobre tierras volcánicas negras con pinceladas de verde en forma de palmeras y cactus.

El viaje estaba motivado por una carrera, y como buenos atletas los Esprintes lo dan siempre todo desde el principio hasta el final. Así que, sin saber muy bien como, ya que habíamos salido con tiempo de sobra desde Ourense (nuestros vuelo cerraba el embarque a las 21:20) nos vimos aparcando el coche a las 21:00 h en el parking de larga estancia de Barajas, y no quedó más remedio que correr batiendo todos nuestras propias marcas.
Al día siguiente, las noticias no eran buenas: se habían suspendido todas las actividades al aire libre por temporal, pero por suerte se respetaba el Maratón. Con la esperanza de que el tiempo mejorara salimos a hacer un reconocimiento de los primeros kilómetros con una carrera suave, casi 8 km para conocer el clima (chaparrones intensos y breves acompañados con fuerte viento que en muchas ocasiones soplaba  en contra), estirar las piernas y descansar para el gran día.

Después de comer la situación climatológica empeoró y lo que nadie quería se hizo inevitable: se suspendía el Maratón por orden del Cabildo, la alerta había pasado a naranja por vientos de hasta 130 km/h.

En un primer momentos la incredulidad y desconcierto se apoderó de nosotros: como buenos gallegos, el viento y la lluvia no son motivo para dejar de salir a sumar kilómetros, pero poco a poco nos dimos cuenta de que en una isla en la que hace sol 360 días al año, no tienen recursos humanos, ni materiales para atender las consecuencias de un temporal de semejante embergadura más allá de las incidencias que ya de por sí aparecen en la vida diaría de sus habitantes ante esta situación.
El sentimiento del grupo se fue transformando en decepción que intentamos aliviar con algo que los corredores saben/deben hacer bien: hidratación (todo se lleva mejor acompañado de buena gente y unas "1906" bien frías).
El gran día amaneció con nubes y claros, con caras largas y con ganas de quemar la decepción de no poder poner la guinda del pastel después de meses preparando esos 42 km y 195 m. La carrera suave de ayer, se transformó en zancadas largas y rápidas que devoraban nuevamente los primeros km de la prueba, sin importar la lluvia que había llenado el recorrido de charcos enormes, ni el viento huracanado que en ocasiones los hacía tropezar con sus propias piernas; pero sin la compañía de los otros corredores, sin la motivación de una meta, del ambiente, las expectativas creadas, el sentimiento... no se consiguió más que poner la miel en los labios de unos Esprintes que venían a disfrutar de un caramelo que le habían arrebatado. 
Esta vez, el plan B fue un poco de turismo y una cena auto-homenaje que curó un poquito las heridas y que nos llevaron a descubrir una larga avenida, que, si bien no formaba parte del recorrido oficial, sí que podían convertirla en esa nueva ruta que acabaría de sacar esa espinita clavada...
Con este gran descubrimiento se levantaron al día siguiente, un poco menos tristes, con ganas de recorrer la "avenida de las palmeras p'arriba, avenida de las palmera p'abajo", sumando ya 38 km para estar un poquito más cerca de su meta y unos cuantos litros más de agua encima para no dejar de sentirse como en casa.

Por la tarde, volamos a otro planeta: el parque natural del Timanfaya con sus ríos de lava congelados en el tiempo desde hace casi 300 años, visita altamente recomendable, que terminó de calmar los ánimos.
Faltaban pocos quilómetros para la meta, así que el domingo volvieron a enfilar la "Avenida de las Palmeras p'arriba", pero esta vez volvieron bordeando la costa mientras el sol intentaba dejarse ver entre las nubes que no pudieron evitar despedirse de nosotros con un breve chaparrón. 


Al final se van con 50 km  lanzaroteños (los maratonianos) y 34 km (la mediomaratoniana) en las piernas, ya que, después de todo
"Só se trataba de correr..."